Ciruelo

Prunus domestica

Raquel Patro

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Prunus domestica

La Ciruela (Prunus domestica) es el fruto del ciruelo, un árbol de hoja caduca ampliamente cultivado en diversas regiones templadas del mundo por su gran relevancia económica y nutricional. Esta especie ocupa un lugar destacado en la fruticultura comercial, siendo cultivada tanto para consumo in natura como para el procesamiento en compotas, jaleas, jugos y frutas deshidratadas (ciruelas secas), generando ingresos importantes para pequeños y medianos productores rurales. Además, el árbol es valorado en el paisajismo por su floración y fructificación ornamentales y por la atracción de polinizadores.

El ciruelo tiene su origen en el Oeste de Asia, más específicamente en la región del Cáucaso, entre el Mar Negro y el Mar Caspio, desde donde se dispersó a Europa ya en la antigüedad. Se cree que la especie Prunus domestica surgió de un cruce natural entre la ciruela-cereza (Prunus cerasifera) y el endrino (Prunus spinosa), que ocurrió hace aproximadamente 2.000 años, y esta hibridación resultó en una especie hexaploide.

Sin embargo, investigaciones recientes, como una publicada por Rehder en 1990, están colocando esta teoría en duda. Estos estudios muestran que quizás el Prunus spinosa ni siquiera participó en el origen del ciruelo. En cambio, todo indica que diferentes formas del Prunus cerasifera, con diferentes cantidades de cromosomas (2X, 4X y 6X), podrían haber dado origen por sí solas a Prunus domestica. Dado que esta planta es muy flexible genéticamente y similar al ciruelo moderno, esta nueva explicación tiene mucho sentido.

El cultivo del ciruelo fue posteriormente difundido por los romanos a otras regiones de Europa, llegando a las Américas a través de los colonizadores europeos en el siglo XVI. Actualmente, el ciruelo se cultiva en diversas regiones de clima templado a subtropical, necesitando un período definido de frío para la ruptura de dormancia y un florecimiento adecuado. En Brasil, las variedades de ciruela se cultivan con mayor éxito en las regiones Sur y Sudeste, donde las condiciones climáticas proporcionan la cantidad de horas de frío necesarias para su desarrollo pleno.

El nombre científico Prunus domestica tiene origen en la taxonomía binomial establecida por Carl Linnaeus en el siglo XVIII. El nombre del género «Prunus» proviene del latín y era el término romano para designar a la ciruela, con raíces aún más antiguas en el griego «προύμνη» (proúmnē), utilizado por autores clásicos como Virgilio y Plinio, el Viejo, para referirse al fruto del ciruelo. Por su parte, el epíteto específico «domestica» también proviene del latín, significando «doméstica» o «cultivada», lo que indica claramente que se trata de una especie desarrollada a través del cultivo y selección humana, en contraste con las ciruelas silvestres.

El ciruelo es un árbol caducifolio (que pierde las hojas en invierno) perteneciente a la familia Rosaceae, de textura leñosa y crecimiento moderado que alcanza entre 4 a 8 metros de altura, con una longevidad superior a veinte años bajo un manejo adecuado. El sistema radicular es axonomorfo, profundo y bien desarrollado, con raíces secundarias extensas y adaptables a diferentes texturas de suelo, favoreciendo la absorción eficiente de agua y nutrientes. El tronco principal es erecto, con corteza inicialmente lisa y de color verde en los individuos jóvenes, tornándose gradualmente grisácea, rugosa y fisurada longitudinalmente con la edad.

La ciruela pasa que conocemos es una ciruela de la especie Prunus domestica deshidratada.
Save La ciruela pasa que conocemos es una ciruela de la especie Prunus domestica deshidratada.

Los principales ramas se forman en un ángulo de inserción amplio, otorgando a la copa una arquitectura redondeada u ovalada, dependiendo del manejo y de la variedad cultivada. Los nuevos brotes son glabros o finamente pubescentes, de color marrón rojizo, volviéndose progresivamente lignificados. Presentan nudos prominentes y entre-nudos cortos, desde los cuales se originan las ramas fructíferas y vegetativas. Las hojas son simples, alternas, pecioladas, con estípulas caducas. Tienen forma elíptica a ovada, borde serrado y ápice agudo. Miden entre 5 a 10 cm de longitud por 2,5 a 5 cm de ancho, con el haz superior glabro y verde oscuro, y el envés más claro, pudiendo presentar tricomas dispersos en variedades específicas. El pecíolo es generalmente corto, midiendo de 1 a 2 cm, y puede exhibir glándulas nectaríferas en la base de la hoja, que tienen una función ecológica en la atracción de insectos beneficiosos.

La inflorescencia de Prunus domestica es de tipo fasciculada, apareciendo en grupos de dos a tres flores directamente de yemas axilares o en cortos braquiblastos sobre ramas del año anterior. Es una especie monóica con flores hermafroditas, completas y actinomorfas, generalmente con cinco pétalos blancos, ocasionalmente ligeramente rosados, midiendo entre 1,5 a 2 cm de diámetro. Las sépalas son persistentes y separadas, mientras que los estambres varían entre 20 y 30 por flor, rodeando un único pistilo con ovario súpero, unilocular y estilete terminal. La floración ocurre al final del invierno o inicio de la primavera, antes de la emisión de las hojas.

La polinización es predominantemente por insectos (entomófila), con una participación significativa de abejas del género Apis. Muchas cultivares de ciruela europea son autoincompatibles, requiriendo la presencia de cultivares polinizadores compatibles en el huerto, con solapamiento del período de floración para asegurar la fructificación. El fruto es una drupa elipsoide o globosa, con epicarpo fino, liso y cubierto por pruína cerosa azulada o morada. Las ciruelas miden entre 3 y 8 cm de longitud y pueden pesar de 30 a 80 g por unidad en cultivares comerciales. Su mesocarpo (pulpa) es carnoso, jugoso y dulce, variando en coloración del amarillo al púrpura oscuro según la cultivar y grado de maduración. El endocarpo es leñoso, rígido e indehiscente, conteniendo una única semilla de coloración marrón clara. La maduración de las frutas se da entre el verano y el inicio del otoño.

Las flores de la Ciruela
Save Las flores del Ciruelo

La ciruela presenta una rica variedad de subespecies naturales y cultivares seleccionadas a lo largo de siglos. Esta multiplicidad confiere al cultivo de la ciruela una versatilidad extraordinaria, adaptándose a diferentes condiciones climáticas y atendiendo a diversos usos. La taxonomía de Prunus domestica reconoce varias subespecies, cada una con características morfológicas y orígenes distintos:

  • Prunus domestica subsp. domestica: Subespecie típica, incluye la mayoría de las ciruelas europeas de frutos grandes, utilizadas tanto para consumo fresco como para procesamiento.
  • Prunus domestica subsp. insititia: Conocida como bullace o ciruela damascuena, presenta frutos menores y más ácidos, frecuentemente utilizados en la producción de mermeladas y destilados.
  • Prunus domestica subsp. italica: Incluye las variedades conocidas como «Reine Claude» o «Reina Claudia», caracterizadas por frutos verdes o dorados, de sabor dulce y textura firme.
  • Prunus domestica subsp. syriaca: Abarca las mirabelas, pequeñas ciruelas amarillas originarias de la región de Lorena, en Francia, apreciadas para consumo fresco y en compotas.
  • Prunus domestica subsp. intermedia: Representa formas intermedias entre las subespecies, con características morfológicas y organolépticas variadas.
  • Prunus domestica subsp. prisca: Conocida como zibarte, presenta frutos pequeños y ácidos, tradicionalmente utilizados en la producción de aguardientes.

Además de las diferentes subespecies, el ciruelo ha sufrido un intenso mejoramiento genético, con el desarrollo de numerosas cultivares, adecuadas a diferentes condiciones de clima, suelo y cultivo. Varias cultivares de Prunus domestica son ampliamente cultivadas alrededor del mundo, buscando frutos más grandes, más dulces, más o menos jugosos, con mayor durabilidad, entre otras características adaptativas al cultivo:

  • ‘Stanley’: Originaria de los Estados Unidos, es una cultivar autocompatible, de frutos azul oscuros, dulces y firmes, ampliamente utilizada en la producción de ciruelas secas.
  • ‘D’Agen’: Tradicional cultivar francesa, conocida por sus frutos dulces y jugosos, ideal para el secado y la producción de ciruelas secas de alta calidad.
  • ‘President’: Cultivar británica de frutos grandes, azul oscuros, con pulpa firme y sabor dulce, adecuada para consumo fresco y procesamiento.
  • ‘Opal’: Desarrollada en Suecia, presenta frutos de tamaño medio, piel morada y pulpa amarilla, dulce y aromática, ideal para consumo in natura.
  • ‘Victoria’: Popular en el Reino Unido, tiene frutos ovales, de piel roja y pulpa amarilla, dulce y jugosa, ampliamente consumida fresca.
  • ‘Reine Claude Verte’: Variedad francesa de frutos verdes, pequeños y dulces, apreciada para consumo fresco y en compotas.
  • ‘Mirabelle de Nancy’: Originaria de Francia, produce pequeños frutos amarillos, dulces y aromáticos, utilizados en dulces y destilados.
  • ‘Blue Tit’: Cultivar británica de frutos azules, dulces y jugosos, adecuada para consumo fresco y mermeladas.
  • ‘Czar’: Variedad inglesa de frutos morados, medianos, con pulpa firme y sabor equilibrado, utilizada tanto para consumo fresco como para procesamiento.
  • ‘Laxton’s Delight’: Desarrollada en el Reino Unido, presenta frutos de tamaño medio, piel roja y pulpa amarilla, dulce y aromática.
  • ‘Oullins Gage’: Variedad francesa de frutos grandes, amarillos, con pulpa jugosa y dulce, ideal para consumo in natura.
  • ‘Marjory’s Seedling’: Cultivar británica de frutos grandes, morados, con pulpa firme y dulce, adecuada para consumo fresco y secado.

La ciruela, de la especie Prunus domestica, no debe confundirse con Prunus salicina, originaria de China pero ampliamente desarrollada en Japón, por lo que se le conoce como la ciruela japonesa. La ciruela japonesa se adapta mejor a climas subtropicales y tropicales de altitud, ya que requiere menos horas de frío (entre 250 a 500 horas), siendo muy cultivada en Brasil, especialmente en las regiones Sur y Sureste. Sus frutos son más grandes, más redondeados, con epicarpio más liso y coloración variando del amarillo al rojo intenso. La pulpa es más jugosa, de textura suave y sabor marcadamente dulce o ácido-dulce. Por su fragilidad, está más orientada al consumo in natura y menos a la industrialización.

Cultivar Mirabelle
Save Cultivar Mirabelle de Nancy

Históricamente, la Prunus domestica se cultiva desde hace milenios y su uso está documentado desde la Antigüedad. Hay registros de la presencia de ciruelas en las civilizaciones de Mesopotamia y Egipto, siendo posteriormente difundidas por el Imperio Romano en toda Europa. Durante la Edad Media, monasterios y huertos medicinales conservaron y multiplicaron las variedades conocidas, siendo la especie luego introducida en las Américas por los colonizadores europeos. La ciruela pasó a componer no solo la dieta, sino también tradiciones culturales y festivas, como ocurre en las regiones productoras de Alemania, donde son comunes los festivales de cosecha y la producción artesanal de pasteles como el zwetschgenkuchen.

La ciruela fue uno de los primeros frutos en ser deshidratados comercialmente, originando uno de los productos de mayor durabilidad y densidad energética en el comercio agrícola. Sus usos culinarios son amplios y atraviesan diversas culturas. El fruto fresco se consume ampliamente in natura, siendo también utilizado en la elaboración de jugos, compotas, conservas, dulces, tartas, chutneys y mermeladas.

En regiones como los Estados Unidos y Francia, el secado del ciruelo (particularmente de la cultivar ‘D’Agen’) da origen a las ciruelas secas o “prunes”, utilizadas en pastelería, panadería, platos salados y en la producción de licores y destilados. En Brasil, las ciruelas secas son muy presentes en la culinaria navideña, rellenando aves y componiendo postres tradicionales. La fermentación alcohólica del fruto también se utiliza para producir aguardientes, como el slivovitz de los Balcanes y el eau-de-vie de mirabelle, en Francia.

El proceso de deshidratación y producción de la ciruela seca inicia con la cosecha de las frutas maduras, seguida por una breve exposición a vapor o agua hirviendo para romper la cutícula, facilitando la evaporación del agua, y luego por la secado propiamente dicho, que puede ocurrir al sol (método tradicional) o en deshidratadores mecánicos con temperatura y humedad controladas (método industrial). La deshidratación reduce el contenido de agua de aproximadamente 80% a 15-25%, concentrando azúcares y nutrientes, potenciando el sabor y permitiendo una conservación prolongada de las ciruelas sin refrigeración.

El valor nutricional de la ciruela la convierte en un alimento funcional. Rica en fibras alimentarias, especialmente pectina y celulosa, contribuye a la regulación del tránsito intestinal. Es fuente relevante de vitaminas del complejo B (como B1, B2 y B6), vitamina C y vitamina K, además de minerales como potasio, hierro, calcio y magnesio. Los compuestos fenólicos, incluyendo antocianinas, flavonoides y ácidos fenólicos, confieren propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y cardioprotectoras. Las ciruelas secas concentran estos nutrientes y presentan un índice glucémico relativamente bajo, siendo recomendadas como un tentempié energético y como coadyuvante en dietas enfocadas en la salud digestiva.

Las propiedades medicinales de la ciruela son reconocidas en diferentes tradiciones de la fitoterapia, siendo utilizadas tanto los frutos frescos como los secos. Tradicionalmente, están asociadas con la mejora del tránsito intestinal, el control de la presión arterial, la reducción de la absorción del colesterol y el alivio de estreñimientos crónicos.

El ciruelo trasciende su papel como especie frutífera para destacarse como un elemento paisajístico excepcional, ofreciendo dos momentos de gran impacto visual a lo largo del año. Al inicio de la primavera, su floración exuberante cubre las ramas aún sin hojas con delicadas flores blancas o rosadas, creando un espectáculo similar al tradicional «hanami» japonés, mientras que en el verano y comienzo del otoño, sus frutos coloridos, que varían del amarillo dorado al púrpura intenso, proporcionan un segundo momento ornamental de notable belleza y duración prolongada. Además, los cambios otoñales, con sus hojas que cambian de color, y la caída de las hojas en el invierno, ofrecen cambios estacionales interesantes, añadiendo interés al jardín.

Versátil en sus formas de manejo, el ciruelo se adapta a diversos estilos y necesidades paisajísticas: puede mantenerse como un árbol de forma libre en jardines espaciosos, conducida en espaldera junto a muros en espacios reducidos, modelada en maceta abierta para facilitar la cosecha, trabajada como arbusto multitronco para crear volúmenes interesantes o incluso cultivada como bonsái para pequeños espacios. Esta flexibilidad permite su integración armoniosa en diferentes concepciones estéticas, desde jardines de inspiración oriental y mediterránea hasta los «potagers» franceses y jardines contemporáneos minimalistas.

Además de sus atributos ornamentales, el ciruelo ofrece ventajas ecológicas importantes al paisajismo, atrayendo polinizadores durante la floración y alimentando los pájaros con sus frutos, contribuyendo significativamente a la biodiversidad. Su adaptabilidad a diferentes condiciones climáticas, capacidad de crear microclimas por la sombra moderada y función en la estabilización de suelos en terrenos inclinados, la convierten en un elemento multifuncional valioso, que ejemplifica perfectamente cómo utilidad y belleza pueden coexistir armoniosamente en espacios verdes, como lo demuestran los famosos jardines de Villandry en Francia y los jardines productivos contemporáneos de diseñadores renombrados como Piet Oudolf.

Por ser una especie originaria de regiones templadas, el ciruelo se adapta mejor a climas con estaciones bien definidas, siendo sensible a excesos de humedad y a temperaturas tropicales constantes. En cultivos comerciales o domésticos, la observancia de los factores climáticos y de suelo es determinante para el éxito de la planta.

La demanda de luz del ciruelo es alta, necesitando sol directo durante, al menos, 6 a 8 horas diarias. En condiciones de sombreado, hay reducción de la floración, fructificación irregular, alargamiento de los entrenudos y aumenta la susceptibilidad a enfermedades fúngicas. Por esta razón, se recomienda que sea cultivada en lugares abiertos, alejada de muros, árboles de gran porte o edificaciones que puedan bloquear la insolación.

El clima ideal para el cultivo del ciruelo es el templado, con inviernos fríos y veranos suaves. Esta especie presenta un requisito de frío invernal (chilling requirement) variable según la variedad, generalmente entre 500 y 1000 horas con temperaturas inferiores a 7,2 °C para una adecuada inducción floral. Variedades adaptadas al sur de Brasil o a la Sierra de Mantiqueira, por ejemplo, necesitan al menos 400 horas de frío. En altitudes superiores a 800 metros, incluso en regiones subtropicales, es posible alcanzar estos requisitos, especialmente en microclimas serranos.

Mermelada de ciruela
Save Mermelada de ciruela

En cuanto a la temperatura, el ciruelo tolera heladas moderadas durante la dormancia, pero las flores y los brotes jóvenes son altamente sensibles a heladas tardías y temperaturas inferiores a -2 °C después de la brotación. Por otro lado, temperaturas elevadas y sequías prolongadas, comunes en regiones tropicales, comprometen la fructificación y la calidad de los frutos. La amplitud térmica durante el ciclo reproductivo es beneficiosa, favoreciendo la acumulación de azúcares y pigmentos en los frutos.

El suelo ideal para el cultivo del ciruelo es bien drenado, profundo, de textura media (franco a franco-arenosa) y rico en materia orgánica. La planta es sensible a encharcamientos, por lo que suelos arcillosos o compactados deben ser corregidos con drenaje o manejo estructural. El pH ideal se sitúa entre 6,0 y 6,8. Suelos excesivamente ácidos deben ser corregidos con cal, mientras que suelos muy alcalinos pueden inducir deficiencia de micronutrientes como hierro y zinc.

La plantación debe realizarse preferentemente en el período de dormancia de la planta, al final del invierno o inicio de la primavera, en surco de plantación con dimensiones de 50 x 50 x 50 cm, enriquecidas con materia orgánica bien curada, fosfato natural y cal, según análisis de suelo. El espaciamiento varía según el porte de la cultivar y el sistema de conducción, oscilando entre 4 a 6 metros entre plantas.

La irrigación es esencial, especialmente en los dos primeros años de implantación, en períodos secos y en la fase de fructificación, evitando tanto el estrés hídrico como el encharcamiento. La frecuencia depende de las condiciones locales, pudiendo ser semanal en períodos húmedos y cada 2-3 días en sequías, siempre con atención a la humedad del suelo en la zona radicular.

La fertilización debe ser equilibrada y basada en análisis de suelo y foliar. En general, se aplican fertilizaciones orgánicas en la zanja de plantación y, posteriormente, fertilizaciones químicas en cobertura, con nitrógeno, fósforo y potasio, en dosis fraccionadas a lo largo del ciclo. Micronutrientes como boro, zinc y hierro deben ser monitoreados, principalmente en suelos corregidos o arenosos.

El tutoraje es recomendado en las plantas jóvenes, con estacas de bambú o madera tratada, para asegurar el crecimiento vertical del tallo principal, evitando roturas por viento o formación de copa desigual. La conducción de la copa puede seguir el modelo de líder central, vaso abierto o espaldera, según el sistema de cultivo, estilo del jardín y el espacio disponible.

Bolo de Ameixa com Amendoas
Save Bolo de Ameixa com Amendoas

Las podas son prácticas fundamentales. La poda de formación se hace en los primeros años para estructurar la copa; la poda de fructificación remueve ramas viejas, mal ubicadas o excesivamente vigorosas, y la poda de limpieza elimina ramas secas, enfermas o cruzadas. La poda debe realizarse durante el período de dormancia, con herramientas limpias y afiladas.

El mantenimiento del huerto o jardín con ciruelos implica control fitosanitario preventivo, siega alrededor de la planta, cobertura muerta para conservación de la humedad y fertilización anual. También es importante monitorear el agarre de los frutos y realizar el aclareo manual en cultivares con carga excesiva, asegurando calidad y frutos de tamaño uniforme remanentes.

El ciruelo también puede cultivarse en macetas para espacios reducidos o pavimentados, como terrazas o patios, siempre que se utilice un recipiente con al menos 60 litros de capacidad, dotado de buena drenaje. El sustrato debe ser ligero, fértil y bien aireado, compuesto por tierra vegetal, materia orgánica madura y arena gruesa o perlita, con pH entre 6,0 y 6,8. El uso de plantas injertadas y ya en producción es recomendable para garantizar el porte controlado y la producción de frutos.

En macetas las riegos deben ser regulares, evitando tanto el secado como el encharcamiento. La fertilización puede hacerse con fertilizantes líquidos o de liberación controlada, adaptados al crecimiento de la planta. Se recomienda reemplazar parte del sustrato cada dos o tres años para mantener la fertilidad y el buen desarrollo radicular. La poda de limpieza y contención debe realizarse anualmente para preservar la forma y vigor de la planta en cultivo en maceta.

En relación a los vientos fuertes, la copa tiende a ser vulnerable a la rotura de ramas, especialmente cuando hay sobrecarga de frutos o poda incorrecta. Se recomienda el uso de cortavientos naturales o artificiales en regiones expuestas. La maritimidad, cuando se asocia a suelos bien drenados y exposición solar adecuada, no representa un factor limitante, aunque la salinidad del aire y del suelo puede impactar negativamente en el desarrollo en huertos costeros mal gestionados.

El ciruelo es sensible a diversas plagas y enfermedades, especialmente en regiones de clima húmido o bajo un manejo inadecuado. Entre las principales enfermedades destacan la moniliasis (Monilinia spp.), que provoca la pudrición de frutos y flores, la ferrugem (Tranzschelia pruni-spinosae), que afecta las hojas y reduce la productividad, y el cáncer bacteriano (Pseudomonas syringae), responsable de la muerte regresiva de ramas y yemas. El oídio (Podophaera tridactyla) y la mancha foliar (Cladosporium carpophilum) también son comunes, especialmente en cultivos densos y mal ventilados.

El uso preventivo de la calda bordalesa es particularmente importante al final del invierno, durante el reposo de la planta, y en la fase inicial de brotación, cuando los tejidos son más susceptibles a la infección. Esta aplicación reduce los hongos presentes en la planta y en el suelo, protegiendo yemas y brotes jóvenes. En huertos orgánicos, la calda bordalesa es una de las pocas alternativas autorizadas, debiendo ser aplicada con atención a la concentración (generalmente entre 0,5% a 1%) y en condiciones climáticas adecuadas, evitando períodos de alta insolación o lluvias inminentes.

En cuanto a las plagas, se destacan los pulgones (Myzus persicae), que debilitan brotes y transmiten virus, la mosca de la fruta (Anastrepha y Ceratitis spp.), que daña frutas maduras, y el barreno de las ramas (Zeuzera pyrina), que perfora troncos y causa necrosis interna. El control debe realizarse basándose en el monitoreo, manejo integrado de plagas, poda sanitaria y aplicación cuidadosa de fungicidas e insecticidas, priorizando métodos biológicos, orgánicos y selectivos.

La propagación del ciruelo se realiza principalmente por injerto. El pie de injerto se elige según el tipo de suelo, vigor deseado y resistencia a enfermedades del suelo, como Armillaria spp. El injerto puede realizarse mediante injerto de púa o yema, generalmente en plantas de un año de edad. La propagación por semillas se reserva para la producción de pies de injerto o mejoramiento genético, siendo necesario estratificarlas en frío por 90 a 120 días para romper la dormancia.

El tiempo promedio hasta la primera fructificación es de 3 a 5 años para plantas injertadas, y de 6 a 10 años para aquellas obtenidas por semilla. La longevidad productiva de la Prunus domestica varía entre 15 a 25 años, pudiendo superar los 30 años en huertos bien manejados y en condiciones climáticas ideales, con una productividad estable después del cuarto o quinto año. En cultivo doméstico, la producción puede mantenerse por más tiempo, siempre que el árbol sea podado regularmente y mantenido saludable.

Acerca de Raquel Patro

Raquel Patro es paisajista y fundadora de Planterista.com. Desde 2006 desarrolla contenidos especializados en plantas y jardines, ya que cree que todo el mundo, ya sean aficionados o profesionales, debería tener acceso a contenidos de calidad. Como geek, le gustan los libros, la ciencia ficción y la tecnología.