El aguacate es el fruto del aguacatero (Persea americana), un árbol frutal de gran tamaño, originario de América Central y del Sur. El aguacatero se clasifica en la familia Lauraceae, la misma de los laureles y las canelas, indicando su origen en bosques tropicales húmedos. Su cultivo comercial es extenso en varias regiones del mundo, siendo México uno de los principales exportadores, seguido por países como República Dominicana, Perú, Colombia e Indonesia. Este árbol puede alcanzar unos 20 metros de altura en condiciones ideales. Su tronco, poco recto, puede llegar a medir 1 metro de diámetro a los 30 años de edad. La corteza del tallo y ramas es notable por su textura grisácea, gruesa, suberosa y recortada. Sus hojas son grandes, lustrosas, coriáceas y de forma elíptica a lanceolada. Estas presentan un color verde oscuro en la parte superior, son glabras y brillantes, y pubescentes en la inferior.
Las flores del aguacatero son pequeñas, hermafroditas y de color verde claro. Se presentan en gran cantidad, organizadas en inflorescencias del tipo panícula. El fruto, una drupa piriforme u ovoide, es conocido por su cáscara que varía de color verde a marrón y una pulpa cremosa, ligeramente dulce, con una coloración que varía de verde oliva a crema. Esta pulpa es notable por su contenido de aceite, que varía entre el 5 y el 30%.
Los frutos del aguacatero son grandes, pudiendo pesar hasta un kilo, y contienen una única semilla, esférica y de tamaño considerable. Una característica interesante del aguacate es que debe ser cosechado aún verde y madura después de la cosecha, un proceso que ocurre lentamente. La pulpa del aguacate es versátil en la cocina, pudiendo ser consumida cruda, cocida o en conservas. Se utiliza frecuentemente en platos salados, como patés, guacamoles, sopas y ensaladas, pero también es deliciosa en preparaciones dulces, machacada o batida con azúcar y leche, formando postres o batidos. El limón, frecuentemente usado como condimento, acompaña al aguacate tanto en preparaciones dulces como saladas. Además de ser calórico, el aguacate es altamente nutritivo, rico en vitaminas E, A, B y grasas monoinsaturadas. Su aceite, similar al aceite de oliva, también se extrae de la pulpa.
Además de su valor nutricional, el aguacate tiene aplicaciones medicinales. Estudios sugieren que su aceite puede ser beneficioso para la piel y el cabello, y la fruta ha sido asociada a la reducción del colesterol y mejora de la salud cardiovascular. Históricamente, el aguacate también ha sido utilizado en prácticas culturales y rituales en sus regiones de origen.
Existen tres principales subespecies de aguacatero, cada una con características únicas de adaptación y productividad: la guatemalteca (P. nubigena guatemalensis), la antillana (P. americana americana) y la mexicana (P. americana drymifolia). Estas subespecies son intercruzables, lo que ha dado origen a las variedades modernas de aguacatero, utilizadas en los huertos comerciales. Las variedades modernas se subdividen en grupos A y B, clasificación basada en el patrón de apertura de las flores. Para una polinización eficaz, es esencial cultivar variedades de ambos grupos juntos, ya que los órganos sexuales masculinos y femeninos maduran en períodos distintos.
Es fácil entender la confusión entre el aguacate y el avocado (‘Hass’), ya que a menudo se consideran distintos, aunque sean de la misma especie. La principal diferencia entre ellos reside en sus características físicas y orígenes. El aguacate tradicional, a menudo llamado aguacate «Tipo B», tiende a ser más grande, con una cáscara más suave y una forma más redondeada. Su sabor es suave y su textura más acuosa. Por otro lado, el avocado, específicamente la variedad ‘Hass’, que es un ejemplo popular del «Tipo A», es más pequeño, con una cáscara más gruesa y rugosa, y una forma más ovalada. El avocado tiene una textura más cremosa y un sabor más rico con notas de nuez. Estas diferencias son el resultado de variaciones en las subespecies y en las condiciones de cultivo, siendo el avocado más común en Estados Unidos y el aguacate tradicional más popular en otras regiones, como América Latina.
En paisajismo, el aguacatero es valorado por su follaje denso y sombra generosa, siendo una elección popular para parques y grandes jardines. Sin embargo, su gran tamaño y sistema radicular extenso requieren una consideración cuidadosa en cuanto al lugar de plantación para evitar daños a estructuras cercanas. Es bastante común el plantío en jardines residenciales domésticos, pero hay que tener mucho cuidado ya que su madera es frágil y sujeta a roturas durante las tormentas. Las plantas jóvenes a menudo se conducen en macetas, como planta de interior, posicionadas cerca de ventanas soleadas. Confieren una atmósfera bastante elegante y tienen un rápido crecimiento inicial.
Para un cultivo exitoso, el aguacatero debe ser plantado en un lugar con sol pleno, en suelo fértil, profundo, drenable y enriquecido con materia orgánica. Como muchas especies de árboles frutales tropicales, el aguacatero debe ser regado periódicamente. El árbol se adapta bien al calor, pero las variedades modernas han demostrado adaptabilidad a una amplia gama climática, incluyendo grandes altitudes y resistencia a las heladas. Diferentes variedades permiten la cosecha de aguacates durante todo el año.
Para aguacateros jóvenes, se recomienda una fertilización equilibrada, rica en nitrógeno, fósforo y potasio, además de micronutrientes como zinc, manganeso y boro, que son esenciales para el desarrollo de la planta. A medida que el árbol madura, la fertilización debe ser ajustada, priorizando el potasio, que es fundamental para la calidad y tamaño de los frutos. La aplicación de abono orgánico, como compost o estiércol bien curado, es también muy beneficiosa, pues mejora la estructura del suelo y la capacidad de retención de agua, además de proporcionar nutrientes de forma gradual. Es importante realizar la fertilización de manera regular, preferentemente al inicio de la temporada de crecimiento y después de la cosecha.
La poda del aguacatero es un aspecto crucial en el manejo de este árbol frutal, principalmente cuando se busca facilitar la cosecha. La poda de formación, realizada en los primeros años de vida del árbol, tiene como objetivo principal desarrollar una estructura fuerte y bien distribuida de ramas, que soporte el peso de los frutos y permita un acceso más fácil durante la cosecha. Idealmente, se debe buscar una forma abierta, como la de un vaso o copa, removiendo ramas centrales para permitir la entrada de luz, reducir la altura final de la planta y mejorar la circulación de aire en el interior de la copa. Esto no solo mejora la calidad y la cantidad de los frutos, sino que también reduce la incidencia de enfermedades.
La poda de mantenimiento en los años subsecuentes implica la remoción de ramas secas, enfermas o que crecen hacia el interior de la copa, manteniendo la forma deseada del árbol. Es importante realizar la poda en el momento apropiado, generalmente después de la cosecha, para evitar daños a la producción del próximo ciclo y garantizar la salud de la planta. Las pulverizaciones anuales con caldo bordelés son importantes para la prevención de la antracnosis y otras enfermedades fúngicas, que promueven el aborto de la fructificación y reducen el tiempo de vida en anaquel de los frutos.
La multiplicación de la planta se realiza tanto por semillas que germinan fácilmente, como comercialmente por injerto, una técnica que garantiza la replicación de las características deseadas de la planta madre. El aguacatero proveniente de injerto es precoz y comienza a producir frutos entre el 3º y el 4º año, pudiendo producir entre 200 a 800 frutos anualmente.