Árbol símbolo del estado de Paraná, la araucaria (Araucaria angustifolia), conocida en español como «Pino Paraná» o «Pino de Brasil», es reconocida por su belleza, función ecológica y utilidad para el hombre. Esta conífera, perteneciente a la familia Araucariaceae, es notable no solo por sus características ornamentales, sino también por su papel crucial en los ecosistemas donde habita. A pesar de todas estas cualidades, es una especie en peligro de extinción, clasificada como «Críticamente en Peligro» por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), principalmente debido a la pérdida de hábitat y a la explotación maderera.
Su porte es bastante grande, alcanzando los 50 metros de altura. Se diferencia de otros pinos por su estructura en candelabro, una adaptación evolutiva que permite una mejor captación de luz solar. Este árbol tiene un tronco recto y cilíndrico, y durante su juventud, presenta una copa piramidal, como otras coníferas, lo que lo convierte en un excelente árbol de navidad. Con el paso de los años, las ramas inferiores van cayendo, resultando en una copa más aplanada y abierta, asemejándose a un candelabro, con las puntas de las ramas dirigidas hacia arriba.
Su corteza externa es marrón-grisácea, resinosa, áspera y descamativa, con surcos verticales intermitentes y líneas horizontales. Con el tiempo, la corteza se desprende en pequeñas placas, revelando manchas rojizas de la corteza interna. Las ramas principales (grimpas) son verticiladas y dispuestas horizontalmente, mientras que las ramas secundarias son alternas a verticiladas y se agrupan en los extremos de las hojas principales. Las hojas son simples, alternas, dispuestas en espiral y varían de ovadas a lanceoladas, con 3 a 6 cm de longitud y 0,6 a 1 cm de ancho. De color verde oscuro o glauco, las hojas tienen una textura gruesa, pero son flexibles, con estomas en la cara superior en las ramas estériles y en la inferior en las ramas fértiles.
Los individuos pueden ser machos o hembras (dioicos), un rasgo que destaca a la araucaria de muchos otros pinos que son hermafroditas. Los conos masculinos, subcilíndricos y axilares, varían de 8 a 15 cm de longitud y 1,5 a 3 cm de ancho, mientras que los conos femeninos, apicales y erectos, de ovoides a globosos y con 14 a 16 cm de diámetro. Tras la polinización anemófila (por el viento), maduran lentamente (2 a 3 años). Las semillas formadas, los piñones, son grandes, cuneiformes, marrón claras, con unos 5 x 2 cm, poseyendo un apéndice apical y alas estrechas. Estos piñones son semillas grandes y sirven de alimento para diversas especies, entre aves, animales salvajes y domésticos, incluido el hombre, desempeñando un papel fundamental en la cadena alimentaria local.
El piñón es un alimento notable, tanto por su sabor distintivo como por su valor nutricional. Con un sabor suave y ligeramente dulce, que recuerda una mezcla de patata y castaña, el piñón es versátil en la cocina y una fuente rica en nutrientes. Nutricionalmente, es una excelente fuente de carbohidratos complejos, fibras, proteínas y ácidos grasos insaturados, además de contener vitaminas y minerales como vitamina E, vitaminas del complejo B, calcio y potasio. En la cocina, el piñón se cocina frecuentemente o se asa y se consume puro, como aperitivo, o se incorpora en una variedad de platos tradicionales, como sopas, risottos, farofas y hasta en dulces. Su versatilidad y sabor único lo hacen un ingrediente favorito en festivales regionales, especialmente en invierno, cuando se cosecha.
Además del valor alimentario, la madera de la araucaria es bastante útil. Su madera, se considera ligera y moderadamente blanda, prestando para los más diversos usos, siendo utilizada en la construcción civil, fabricación de muebles y en artesanías. Además, su nudo de pino, caracterizado por la formación densa y dura en la madera donde una rama estaba insertada, es ampliamente utilizado en carpintería y decoración, valorado por su textura única y aspecto rústico, que confiere un toque especial a muebles, paneles y piezas artesanales. El nudo de pino también es muy valorado como leña para chimeneas, por su quema gradual.
Esta especie es indicada para el reforestación de toda la región sur de Brasil, donde su cultivo puede ayudar en la recuperación de áreas degradadas. El reforestación con araucarias también contribuye a la manutención de la biodiversidad local, proporcionando hábitat para muchas especies nativas.
En Brasil, la tala de la araucaria está rigurosamente controlada y, en muchos casos, prohibida. La legislación ambiental brasileña, a través del IBAMA (Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables) y del Código Forestal, impone restricciones severas a la tala de estos árboles, buscando preservar los remanentes de estos bosques. Solo en situaciones específicas, con la debida autorización de los organismos ambientales y bajo condiciones rigurosas, se permite el manejo o corte de la araucaria. Estas medidas apuntan no solo a la conservación de la especie, sino también a la protección de la biodiversidad asociada y al mantenimiento del equilibrio ecológico en las regiones donde este árbol es nativo.
Para cultivar la araucaria, se necesitan algunos cuidados. Inicialmente, deben ser cultivadas a media sombra, para un rápido crecimiento en los primeros años, y lentamente deben ser expuestas al sol pleno, como en condiciones naturales de bosque. El pino de Paraná es un árbol exigente, vegeta en suelos fértiles y profundos y no se desarrolla bien en suelos muy húmedos. Es tolerante al frío y a las heladas, características que reflejan su adaptación a las condiciones climáticas del sur de Brasil. La multiplicación de la especie se hace por semillas, un proceso que puede ser facilitado por técnicas de germinación controlada.
Además de su valor ecológico y económico, la araucaria tiene una fuerte conexión cultural con la región Sur de Brasil. Su presencia es un símbolo de identidad regional, presente en fiestas tradicionales y en la cocina local. La preservación de la araucaria es, por lo tanto, no solo una cuestión ambiental, sino también cultural, reforzando la importancia de esfuerzos conservacionistas.