La grama maní (Arachis repens), también conocida como maní rastrero o maní tapizante, es una cobertura vegetal herbácea y ornamental nativa de Brasil, ampliamente utilizada en el paisajismo y en la recuperación de suelos degradados. Se ha popularizado principalmente por formar densas alfombras, no requerir podas frecuentes y contribuir a la mejora de la calidad del suelo. Además de su uso como cobertura en áreas urbanas, jardines y huertos, esta especie presenta un gran potencial en la prevención de la erosión en laderas y terrenos inclinados, gracias a su rápido crecimiento y a su sistema radicular eficiente en la fijación del suelo.
Aunque es muy parecida al maní forrajero (Arachis pintoi), se trata de una especie distinta. A pesar de ser llamada «grama», no es una gramínea verdadera, ya que estas pertenecen exclusivamente a la familia Poaceae. Sin embargo, debido a que es una de las pocas coberturas vegetales capaces de cubrir el suelo y resistir el pisoteo, al igual que una gramínea, ha ganado popularidad y su nombre común.
El nombre del género Arachis proviene del griego arachis, que hace referencia a una «planta leguminosa», mientras que el epíteto específico repens alude al hábito rastrero de la planta, caracterizado por su crecimiento postrado y la formación de estolones.
El origen de la grama maní está restringido a Brasil, específicamente al estado de Minas Gerais, donde se encuentra en ambientes del Cerrado, frecuentemente en áreas abiertas cercanas a cursos de agua. A pesar de su distribución natural limitada, la planta ha sido ampliamente difundida a otras regiones del país y también al exterior, incluyendo países vecinos de América del Sur, Estados Unidos y algunas zonas de África. Su adaptabilidad a diversas condiciones ambientales ha favorecido su uso en distintos biomas brasileños, como la Amazonia, el Cerrado, la Mata Atlántica y el Pampa, tanto en áreas naturales como en jardines urbanos.
La grama maní es una planta herbácea perenne y rastrera, con una altura que varía entre 10 y 25 cm, dependiendo de las condiciones de cultivo. Su sistema radicular es profundo para una especie rastrera, alcanzando hasta 30 cm, lo que le otorga resistencia a la sequía y una notable capacidad de fijación del suelo. Sus raíces principales son de tipo axial, simples, y presentan ramificaciones secundarias. El tallo es estolonífero, es decir, desarrolla largos estolones que crecen horizontalmente sobre el suelo, enraizándose en los nudos a medida que se expanden. Este crecimiento le confiere su característica de propagación rápida y alta densidad, formando una alfombra vegetal uniforme. Los tallos son delgados, largos y flexibles, sin presencia de rizomas, y portan hojas compuestas que emergen alternadamente a lo largo de los estolones.
Las hojas de Arachis repens son compuestas y tetrafolioladas, es decir, cada hoja posee dos pares de foliolos dispuestos de manera opuesta. Los foliolos son pinnados, de forma ovalada y con ápice redondeado, presentando una coloración verde intensa y una textura levemente pubescente en la cara inferior. Su crecimiento denso contribuye a la formación de una cobertura vegetal compacta, capaz de inhibir el crecimiento de malezas.
La inflorescencia de la grama maní es de tipo axilar y pluriflora, lo que significa que brota en las axilas de las hojas y puede contener múltiples flores. Sus flores son pequeñas, hermafroditas y presentan una coloración predominantemente amarilla, aunque en casos raros pueden exhibir un estandarte anaranjado. La estructura floral sigue el patrón típico de las leguminosas, con un estandarte amplio y levemente estriado en la cara adaxial, alas laterales más pequeñas y un cáliz discretamente pubescente. La floración ocurre a lo largo de todo el año, especialmente en climas cálidos y húmedos, atrayendo insectos polinizadores como abejas y pequeños escarabajos.
De la misma forma que en el maní común (Arachis hypogaea), los frutos de la grama maní son subterráneos. Tras la polinización, el ovario se alarga y crece en dirección al suelo, enterrándose para el desarrollo del fruto. El fruto es de tipo lomento articulado, con un istmo que separa los segmentos que contienen las semillas. El pericarpo es liso y relativamente delgado, y cada segmento del fruto contiene una única semilla. Este mecanismo de geocarpia, característico del género Arachis, reduce la dispersión natural de las semillas, pero permite la regeneración después de un pisoteo intenso, pastoreo o incluso un incendio, ya que forma un banco de semillas bajo el suelo.
La grama maní tiene la capacidad de mejorar el suelo, ya que, al ser una leguminosa, establece simbiosis con bacterias fijadoras de nitrógeno, lo que favorece la fertilidad del sustrato sin necesidad de una fertilización química intensiva. Esta característica, junto con su capacidad para suprimir malezas y tolerar cierto grado de sombra, la convierte en una especie ideal como cobertura en huertos. Debido a su alto contenido proteico, también es muy valorada como pastura, aunque generalmente se utiliza el maní forrajero para esta función.
En paisajismo, la Arachis repens se emplea ampliamente como cobertura en áreas donde no hay tránsito intenso de personas, siendo una excelente alternativa para sustituir céspedes convencionales. A pesar de tolerar el pisoteo y rebrotar con vigor, adquiere un aspecto aplastado y desordenado, perdiendo su valor estético. Su capacidad para cubrir el suelo rápidamente y su bajo mantenimiento la convierten en una opción ideal para jardines residenciales, parterres urbanos, taludes, barrancos y amplias áreas en parques, jardines residenciales y espacios públicos. Es frecuentemente utilizada en huertos y entre plantas ornamentales, ya que protege el suelo contra la erosión y contribuye a la retención de humedad, además de su atractivo ornamental, con sus delicadas flores amarillas que contrastan con el follaje verde intenso.
La grama maní es una planta de pleno sol, aunque tolera algo de sombra parcial. Su desarrollo óptimo se da en climas tropicales y subtropicales. Se adapta a un amplio rango de temperaturas, pero su crecimiento puede ralentizarse en regiones con inviernos muy rigurosos, donde puede sufrir una pérdida parcial del follaje en temperaturas extremadamente bajas. No tolera heladas, ya que su follaje se quema bajo estas condiciones, aunque puede rebrotar tras la poda. Prefiere suelos bien drenados, profundos y con buena fertilidad, aunque también crece en suelos más pobres, siempre que haya una mínima disponibilidad de materia orgánica y una adecuada humedad. Su capacidad de adaptación a distintos tipos de suelo la convierte en una excelente opción para la recuperación ambiental y el control de la erosión.
El riego de la grama maní debe ser regular durante los primeros meses después de la siembra para garantizar un buen establecimiento de la planta, pero una vez enraizada, presenta una buena resistencia a la sequía. Se recomienda una fertilización inicial con materia orgánica para estimular el crecimiento y, ocasionalmente, se pueden aplicar fertilizantes de liberación lenta para su mantenimiento. No obstante, debido a su capacidad de fijación de nitrógeno, no requiere fertilizaciones frecuentes. El mantenimiento es mínimo, ya que no necesita podas regulares, pues su porte rastrero impide un crecimiento excesivo. En algunas situaciones, puede ser conveniente realizar un corte ligero para estimular la renovación y el mayor desarrollo del follaje.
En cuanto a plagas y enfermedades, la grama maní es una planta bastante resistente. Debido a su rusticidad, rara vez presenta problemas graves. Un buen drenaje del suelo y una ventilación adecuada ayudan a prevenir la aparición de enfermedades fúngicas en ambientes excesivamente húmedos. Ocasionalmente, puede ser atacada por ácaros, larva minadora, cochinillas, pulgones, orugas, hormigas cortadoras, trips, nematodos, barrenadores y chinches. Puede tener el inconveniente de atraer liebres.
Para multiplicar la grama maní, se pueden utilizar semillas, estacas de los estolones o, principalmente, la división de la ramificación enraizada. Este método permite una cobertura rápida y efectiva del terreno. El cultivo a partir de semillas no es muy común, salvo para productores especializados, ya que la cosecha de las semillas es difícil y requiere remover el suelo.