La totora es una planta acuática, herbácea, rizomatosa y perenne, que presenta una larga fronda con espigas características que recuerdan a salchichas ensartadas. Es originaria de América del Sur y es común en zonas pantanosas, húmedas, dunas y manglares, donde tolera inundaciones de hasta 1,5 metros debido a su capacidad de dispersión, a veces se considera una especie invasora. Tiene rizomas amiláceos, cilíndricos, que crecen sumergidos y enraizados en las orillas de los cursos de agua.
Sus hojas son asimétricas, alargadas, erectas, membranosas, laminares y de color verde, pudiendo alcanzar hasta 3 metros de altura. Las inflorescencias son en forma de espiga, monoespecíficas (femeninas o masculinas), aparecen en verano y otoño y son de color marrón claro a naranja grisáceo, con una o más brácteas foliosas caducas. Los frutos, que también aparecen en invierno, son aquenios fusiformes y monoespérmicos, de color marrón y con presencia de plumas, siendo ampliamente dispersados por el viento.
Una especie con funciones que van más allá de la belleza estética. La totora a menudo es responsable de revitalizar entornos pantanosos como humedales, lagos, embalses y ríos. Grandes grupos de la planta desempeñan un papel importante en la descontaminación del entorno acuático, absorbiendo metales pesados y reduciendo la contaminación bacteriana, al tiempo que proporciona alimento y refugio a una gran variedad de animales, desde insectos hasta aves, anfibios, roedores, reptiles y peces. Sus grandes hojas siguen suavemente la dirección del viento, aportando movimiento al paisaje.
De esta manera, es ideal para crear jardines acuáticos únicos y restaurar entornos degradados. Con la creciente conciencia de la importancia de los hábitats inundados en el contexto de la sostenibilidad, la totora se convierte en una herramienta útil en manos del paisajista, que puede utilizar la especie en proyectos de cursos de agua convencionales, como estanques, espejos de agua y fuentes, así como en jardines de lluvia, llanuras aluviales y humedales, antes considerados espacios de poca importancia y a menudo rellenados.
Además de todas sus funciones estéticas y ecológicas, la totora es muy versátil. Tanto los rizomas, los brotes y las espigas (tanto en la fase de floración como en la fructificación) son comestibles y tienen un alto valor nutricional tanto para la alimentación humana como animal. Además, produce una cantidad considerable de biomasa, su fibra es duradera y resistente, y se utiliza como materia prima para papel, pastas, cestas, bolsos, aislantes térmicos, tapicería, muebles y artesanía por las comunidades ribereñas. Además, tiene propiedades medicinales.
Debe ser cultivada a pleno sol y prefiere suelos inundados, húmicos y ricos en nutrientes. Es una planta resistente, de crecimiento rápido y no tiene muchas exigencias en su cultivo. La totora aprecia un clima cálido y húmedo, pero también se desarrolla bien en climas tropicales a templados. No tolera largos períodos de sequía. Las inundaciones que superen 1,5 metros durante períodos prolongados también son perjudiciales para su desarrollo.
Se recomienda, en caso de sequía, realizar riegos frecuentes para mantener el suelo húmedo. En lagos con peces, no es necesario fertilizar. Es importante tener en cuenta la alelopatía presente en la especie, que impide el desarrollo de otras especies que ocupen el mismo estrato acuático. Por lo tanto, la totora tiende a dominar las orillas de los lagos o las áreas pantanosas. Se multiplica por división de grupos, rizomas o semillas en cualquier época del año.