La Rosa de Montaña (Brownea macrophylla) es un árbol ornamental de pequeño porte y crecimiento lento, que alcanza un máximo de 10 metros de altura. Originaria de la región amazónica en América del Sur, abarca países como Ecuador, Bolivia, Perú, Guayanas y Venezuela. La especie es miembro de la familia Fabaceae, la misma de los guisantes y frijoles, destacándose por sus características ornamentales. La corteza del tronco es de color castaño claro, con lenticelas horizontales y el tronco alcanza hasta 35 centímetros de diámetro. Forma una copa en forma de paraguas, con ramas robustas. Las hojas pinnadas de la rosa de montaña, con 4 a 18 pares de grandes foliolos elípticos, verde oscuros, son un destacado especial.
Cuando jóvenes, las hojas son pendientes, pálidas y manchadas, con un aspecto muy curioso y atractivo. Las inflorescencias de la rosa de montaña emergen directamente del tronco, en grandes y densos discos de flores rojas, con largos estambres, una característica única de esta especie. Las flores se abren desde el margen hacia el centro de la inflorescencia, formando una hermosa bola, como un pompón. La floración ocurre durante todo el año, con picos en la primavera. Los frutos que se forman son del tipo legumbre (vaina), grandes, de color marrón, densamente cubiertos por pelos y contienen de una a dos semillas, marrones y con superficie arrugada.
En el paisajismo, la rosa de montaña es un árbol para ser admirado de cerca, siendo ideal para plantación a lo largo de caminos, bordeando bosques, o incluso cerca de edificios, donde sus flores majestuosas puedan estar cerca de los espectadores. Además de su belleza estética, la rosa de montaña atrae polinizadores como mariposas y abejas, contribuyendo a la biodiversidad local. Su capacidad de ser plantada en macetas, alcanzando un porte menor, la convierte en una opción versátil para diferentes espacios en el paisajismo urbano.
El cultivo de la rosa de montaña debe realizarse bajo sol pleno o media sombra, en suelo fértil, drenable, enriquecido con materia orgánica e irrigado regularmente. Esta especie no tolera el frío intenso, heladas fuertes o períodos de sequía prolongados, prefiriendo climas tropicales con alta humedad ambiental. Los árboles jóvenes de la rosa de montaña crecen mejor bajo media sombra, protegidos del sol fuerte del mediodía, y a medida que ganan tamaño y vigor pueden ser gradualmente expuestos al sol pleno.
La propagación de la rosa de montaña se realiza por semillas, que deben ser plantadas tan pronto como los frutos maduren, ya que pierden viabilidad rápidamente. La germinación toma de 30 a 60 días para completarse. La ruptura de la dormancia en agua caliente y el remojo subsiguiente pueden uniformizar y mejorar las tasas de germinación, una técnica común para semillas duras y resistentes. La rosa de montaña florece aproximadamente de 3 a 4 años después de la plantación, un aspecto a considerar en la planificación paisajística.