La Palmera Real de Cuba (Roystonea regia) es una especie majestuosa, de estipe único y gran tamaño, originaria de Florida, México, América Central y el Caribe, y ampliamente utilizada como ornamental en regiones tropicales. Hasta hace poco, la palmera real de Cuba y la palma de Florida se consideraban especies distintas, siendo esta última denominada Roystonea elata.
Alcanza una altura de 20 a 30 metros y un diámetro de tronco de aproximadamente 50 cm. Su estipe es erecto, liso, de color gris claro, pudiendo ser cilíndrico o curvilíneo, pero generalmente con la base engrosada. El cogollo está cubierto por las vainas de las hojas, de color verde y muy brillante. También existen variedades con el cogollo en tonos rojizos, variegados o morados, raras en cultivo. Las hojas son pinnadas, recurvadas y alcanzan unos 4 metros de longitud, presentando folíolos lineales y colgantes, lo que le confiere al conjunto de la hoja un aspecto plumoso.
Las inflorescencias surgen en la base del cogollo, entre las vainas foliares, y presentan flores de ambos sexos, de color blanco-crema. Los frutos son elipsoides y adquieren un color morado cuando maduran. Abejas, pájaros y murciélagos visitan las flores y los frutos, alimentándose de ellos y siendo responsables de la polinización y dispersión de las semillas.
En el paisajismo, la palmera real de Cuba es ideal para espacios grandes, ya sea plantada de forma aislada, acompañando la arquitectura de residencias o edificios altos; en parejas, enmarcando pórticos; en grupos, formando palmares en jardines, parques, resorts; o en hileras, a lo largo de avenidas y orillas marítimas. Muchos la consideran la palma más hermosa.
A pesar de su crecimiento inicial lento, después de algunos años de establecimiento y con un riego y fertilización adecuados, la palmera real de Cuba crece de manera rápida y vigorosa. Se considera una palma «auto-limpiante», ya que pierde las hojas viejas y secas sin necesidad de poda. En lugares expuestos a vientos fuertes, como tornados y huracanes, la palmera real de Cuba pierde sus hojas como protección contra caídas, volviendo a brotar poco después.
Debe cultivarse a pleno sol, con al menos 8 horas diarias de luz solar, en un suelo fértil, ligeramente ácido, enriquecido con materia orgánica e irrigado regularmente. Esta palma se desarrolla bien en suelos ligeramente encharcados, así como en aquellos bien drenados. Puede tolerar breves períodos de sequía, aunque aprecia un gran aporte de agua y fertilizantes para mantenerse hermosa y con un crecimiento rápido.
La palmera real de Cuba prefiere el clima tropical, pero es posible cultivarla en áreas subtropicales o tropicales de altitud. En estos lugares, sufre con las heladas y crece a una velocidad moderada. Se multiplica por semillas, las cuales deben ser despojadas de la pulpa y colocadas a germinar en un sustrato arenoso, mantenido húmedo. La germinación lleva alrededor de dos meses.