La Mirra (Commiphora myrrha) es un árbol dioico de la familia Burseraceae, famoso por su resina aromática, utilizada desde hace milenios en prácticas medicinales, religiosas y en la perfumería. Originaria del noreste de África, esta especie crece de manera natural en países como Somalia, Etiopía y partes de Kenia, además de la península arábiga, especialmente en Omán y Yemen. Adaptada a ambientes áridos, la mirra prospera en laderas rocosas y valles desérticos, a menudo en medio de la vegetación dispersa de Acacia (Vachellia sp.). Crece en un rango de altitud que varía de 250 a 1.300 metros, prefiriendo suelos poco profundos y predominantemente calcáreos, con una precipitación anual entre 230 y 300 mm.
Su nombre botánico refleja sus características distintivas: Commiphora proviene del griego kommis (goma) y phora (portador), indicando su capacidad de producir resina, mientras que myrrha tiene origen en el árabe mur (المر), que significa «amargo», en alusión al sabor característico de la resina.
La mirra puede crecer como un arbusto o un pequeño árbol espinoso, alcanzando hasta 4 metros de altura. Su tronco es corto, grueso y liso, cubierto por una corteza que se distingue por su coloración variable, que puede ser plateada, blanca, rojiza o azul grisácea. Esta corteza se desprende en finas láminas, revelando una capa interna verde que, además de proteger la planta, tiene la capacidad de realizar la fotosíntesis. Esta característica permite que la planta continúe su metabolismo incluso cuando pierde sus hojas en períodos de sequía. Sus ramas son nudosas y terminan en espinas, contribuyendo a su apariencia única y escultural. La resina, altamente valorada, se extrae mediante incisiones en la corteza, exudando un líquido viscoso que se endurece al contacto con el aire, formando pequeños gránulos amarillentos y translúcidos.
Las hojas de la mirra son pequeñas y trifoliadas, con una coloración verde grisácea o glauca. El pecíolo puede variar entre 1 y 10 mm de longitud, sosteniendo tres folíolos que presentan diferentes formas, pudiendo ser elípticos, espatulados o lanceolados. Su tamaño también varía, con longitudes entre 6 y 44 mm y anchuras de 3 a 20 mm. La base de los folíolos puede ser suavemente estrechada, redondeada o incluso truncada, mientras que el ápice puede ser tanto redondeado como agudo. Sus márgenes pueden ser enteros o presentar pequeños dientes, generalmente hasta seis de cada lado. Las nervaduras son discretas, normalmente en número de tres a cuatro, sin gran relieve en la superficie de la hoja.
La mirra presenta inflorescencias del tipo cima dicasial, con flores masculinas organizadas en pequeños grupos de dos a cuatro flores. Midiendo de 3 a 4 mm de longitud, estas flores poseen glándulas dispersas y están sostenidas por bractéolas marrón claro, diminutas, de aproximadamente 0,5 a 0,7 mm de longitud y anchura. Estas estructuras frecuentemente se unen en la base, formando un anillo frágil y fácilmente desprendible.
El receptáculo floral tiene una forma similar a un cáliz, y los pétalos son oblongos y delicados, afinándose en la extremidad en una punta curvada, con aproximadamente 4,5 mm de longitud y 1,5 mm de anchura. Los estambres son finos, con filamentos de 1,2 a 1,4 mm y anteras diminutas, de 1,0 a 1,2 mm de longitud. Tras la floración, aparecen los frutos, que son pequeñas drupas ovoides y aplanadas, que con frecuencia se desarrollan en pares sobre pedúnculos articulados. Cada fruto presenta un pequeño pico en la extremidad y mide entre 2 y 4 mm de longitud. En su interior se encuentran las semillas, que son lisas y presentan ligeras protuberancias en su superficie.
A lo largo de la historia, la mirra ha tenido una gran importancia cultural y económica. Fue uno de los regalos ofrecidos al niño Jesús, según el relato bíblico, y ya era utilizada por civilizaciones antiguas mucho antes de ese acontecimiento. Los sumerios, alrededor del año 1100 a.C., empleaban la resina para el tratamiento de infecciones dentales y parásitos intestinales. En el antiguo Egipto, era esencial en rituales religiosos y momificaciones, debido a sus propiedades conservantes y su fragancia distintiva. Su uso como incienso y perfume también la convirtió en un producto sumamente valioso, siendo comercializada por caravanas a través de Oriente Medio y el Mediterráneo. Actualmente, la mirra sigue presente en ceremonias religiosas y en la industria cosmética, además de ser objeto de estudios científicos sobre sus propiedades terapéuticas.
La resina de Commiphora myrrha ha sido utilizada tradicionalmente en la medicina para tratar heridas, inflamaciones, úlceras bucales e infecciones microbianas. Estudios fitoquímicos han identificado en la resina compuestos como monoterpenoides, sesquiterpenoides, diterpenoides y triterpenoides, que le confieren propiedades antimicrobianas, antiinflamatorias y antioxidantes. Investigaciones recientes sugieren un posible efecto antitumoral, especialmente contra células de cáncer ginecológico. No obstante, a pesar de los usos tradicionales y los avances científicos, aún se requieren más estudios para confirmar su eficacia en diversas aplicaciones médicas.
Aunque no es común en la jardinería ornamental, la mirra puede ser una excelente opción para jardines xerófitos y proyectos de revegetación en regiones áridas. No debe confundirse con la Falsa Mirra, de la especie Tetradenia riparia. Su resistencia a la sequía y su tronco con textura y coloración únicas le confieren un aspecto escultórico al paisaje, evocando la estética de los ambientes desérticos. Sin embargo, debido a la presencia de espinas en sus ramas, se recomienda plantarla en áreas de menor circulación para evitar accidentes. También puede cultivarse en macetas, siendo interesante para el arte del bonsái.
El cultivo exitoso de la mirra requiere exposición a pleno sol, con al menos seis horas de luz directa al día. El suelo debe estar bien drenado y puede variar de arenoso a arcilloso, siempre que no retenga humedad en exceso. La planta demuestra una buena tolerancia a suelos pobres en nutrientes, siempre que el pH sea neutro o ligeramente alcalino. Debido a su alta adaptación a la sequía, no requiere riegos frecuentes. Una vez establecida en el suelo, el riego puede reducirse al mínimo necesario, siendo recomendado solo cuando el suelo esté completamente seco. El exceso de humedad es uno de los principales factores de riesgo, ya que puede provocar la pudrición de las raíces.
La fertilización puede realizarse de manera moderada durante la temporada de crecimiento, utilizando fertilizantes equilibrados para suplir posibles deficiencias. En cuanto al mantenimiento, las podas ocasionales pueden ser útiles para eliminar ramas dañadas o dirigir el crecimiento de la planta. Debido a su capacidad regenerativa, C. myrrha forma callos rápidamente tras los cortes, lo que facilita su recuperación.
En cuanto a plagas y enfermedades, la mirra es una especie bastante resistente cuando se cultiva en condiciones adecuadas. Sin embargo, el exceso de humedad en el suelo puede predisponer a la planta a enfermedades fúngicas y pudrición radicular, lo que refuerza la importancia de un sustrato bien drenado y riegos controlados.
La propagación de la mirra puede realizarse tanto por semillas como por esquejes, siendo esta última la opción más eficiente. Las semillas presentan bajas tasas de germinación, generalmente entre 1,8 % y 8 %, debido a su dormancia natural. Para aumentar las probabilidades de éxito, se recomienda la escarificación mecánica o química, seguida de la siembra en un sustrato bien drenado y mantenido a una temperatura entre 27 °C y 29 °C. La germinación, cuando ocurre, tarda entre 6 y 14 días. Por otro lado, la propagación por esquejes de madera dura tiene una tasa de éxito significativamente mayor. Se recomienda recolectar esquejes de al menos 30 cm al final del período de crecimiento. Después del corte, es aconsejable dejarlos secar por algunos días para que formen un callo antes de plantarlos en un sustrato arenoso y bien drenado. Con riegos moderados y poca intervención, los esquejes enraízan en pocos meses, convirtiéndose en una alternativa eficaz para la multiplicación de la especie.