El madroño o madroñero (Arbutus unedo) es un árbol o arbusto fructífero perennifolio de gran valor ornamental originario de la región mediterránea y de Europa occidental. Su copa es redondeada a irregular, abierta, de crecimiento arbustivo con varios ramas erectas, y rojas cuando son jóvenes, que surgen del tronco corto y retorcido. A medida que el árbol envejece, su tronco se vuelve más nudoso y su corteza se torna marrón. Presenta hojas grandes, simples, alternas, coriáceas, resistentes, de forma elíptica y color verde oscuro brillante.
La floración ocurre entre el final del otoño y el inicio del invierno, con inflorescencias en forma de panícula. Las flores son blancas, amarillentas o rosadas, con una forma que recuerda a pequeños globos o campanas. Son hermafroditas y se disponen de manera colgante, siendo muy ornamentales.
Los frutos del madroñero, conocidos como «madroño», son de color rojo anaranjado cuando están maduros y son del tipo baya, redondeados, con cáscara granulosa, pulpa amarilla, jugosa y comestible. Sus semillas son pequeñas, de color marrón y angulares. No es raro que la planta florezca estando cargada de frutos, ya que estos tardan casi un año en madurar.
Este árbol es adecuado para la formación de bosques y hileras en áreas de clima mediterráneo y suelos pedregosos. Es una de las pocas especies capaces de prosperar en áreas inclinadas. Debido a su resistencia, no es difícil cultivarlo en el jardín, especialmente para el consumo de sus frutos. Se adapta muy bien a jardines residenciales amplios, así como a huertos en fincas y granjas, aportando al entorno no solo sus frutos, sino también su valor decorativo gracias a su elegante forma y a su florecimiento abundante y duradero. También puede ser cultivado en macetas grandes para decorar terrazas y balcones.
El madroño es un árbol ideal para quienes disfrutan de leer un buen libro o descansar a la sombra, ya que posee una densa copa que proporciona un espacio fresco y relajante en el calor del verano. También tiene una fuerte capacidad de regeneración después de incendios, contribuye a prevenir la erosión del suelo y puede utilizarse en la fitorremediación de suelos contaminados con arsénico.
Además de todas sus cualidades, las ramas del madroño pueden utilizarse en arreglos florales. Atrae a abejas, mariposas y pájaros, lo que lo convierte en una especie aún más valiosa para el paisajismo. Muchos apicultores aprovechan su abundante floración para producir miel de calidad excepcional. El mantenimiento incluye la poda de limpieza, y es recomendable realizar la poda de formación de la copa en las primeras etapas de crecimiento.
Los frutos del madroño son ricos en vitaminas A y C, así como en carotenos y poseen propiedades antioxidantes. Son muy apreciados en el sur de Portugal y pueden consumirse frescos cuando están maduros o en forma de mermeladas, licores y aguardientes. El sabor de la fruta no es unánime, ya que algunas personas lo disfrutan, mientras que otras lo encuentran desagradable.
El madroño debe cultivarse a pleno sol o en semisombra y se adapta bien a suelos pobres y condiciones ambientales extremas. Prefiere suelos silíceos, con buena drenaje, profundos y frescos. Es una especie con necesidades de agua moderadas, por lo que es necesario regarla regularmente después de la siembra y durante períodos de sequía al principio de su desarrollo. Una vez establecido, no requiere riego. Tolera el frío invernal y puede resistir temperaturas de hasta -12°C. El madroño se puede propagar a partir de esquejes o de semillas.