La cereza enana (Eugenia mattosii) es un arbusto perenne, leñoso, fructífero y ornamental, nativo del Bosque Atlántico en los estados de Santa Catarina y Paraná. Presenta una copa densa y redondeada, muy ramificada desde la base. El tronco es de color marrón oscuro y está fisurado verticalmente. Las hojas son simples, pequeñas, oblongas, elípticas a espatuladas, opuestas, coriáceas, brillantes, de color rojo cuando son jóvenes y verdes cuando son maduras, lo que causa un efecto cobrizo en el arbusto en su fase de crecimiento.
Las inflorescencias aparecen en primavera y son axilares, del tipo cima, reuniendo grupos de 2 a 8 flores cada una. Las flores son hermafroditas, de color blanco, con estambres largos y numerosos, ligeramente perfumadas. Producen abundante néctar y polen y son muy atractivas para abejas nativas y otros polinizadores.
Los frutos se forman en verano, son del tipo baya, pequeños, esféricos, rojos, con cáliz persistente, pulpa carnosa y sabor dulce, que contiene una o dos semillas por fruto. Su aroma y sabor recuerdan a los de la pitanga (Eugenia uniflora) y la cereza del Río Grande (Eugenia involucrata). Se pueden consumir frescos o en jugos refrescantes, mermeladas y helados. Además, el fruto de la cereza enana atrae a muchas especies de aves. En general, tanto las flores como los frutos son más abundantes cuando la planta se cultiva en el sur del país, es decir, en regiones con estaciones más marcadas.
En el jardín, la cereza enana es una opción versátil, reemplazando con excelencia a arbustos exóticos como el boj (Buxus sempervirens) y el ligustro (Ligustrum sinense), además de tener la ventaja de producir frutos comestibles. Puede utilizarse de manera individual, en grupos, en filas o junto con otras plantas, especialmente aquellas que contrasten con su textura fina y tonos de verde cobrizo. Tolera muy bien la poda y tiene un follaje denso y resistente, siendo adecuada para topiarios, bordes y setos formales e informales. De esta manera, se puede marcar la entrada del jardín o contornear un muro.
Además, es una especie en peligro de extinción con un papel ecológico importante, al atraer polinizadores y alimentar a la avifauna, lo que hace que su uso sea aún más valioso en la jardinería brasileña. Es rara en cultivo, lo que aporta originalidad a los proyectos. También se puede plantar en macetas o jardineras y así decorar patios y balcones soleados. Sus hojas pequeñas y su tronco fisurado y leñoso la convierten en una elección ideal para la práctica del bonsái. Es una especie de fácil cultivo, de crecimiento lento y mantenimiento sencillo, que implica podas de limpieza, formación y fertilización.
Debe cultivarse a pleno sol, en suelos fértiles, con buen drenaje y ricos en materia orgánica. En el jardín, una vez establecida, lo ideal es que las irrigaciones sean complementarias. Es resistente a las heladas (-3°C) y a cortos periodos de sequía. Sin embargo, es capaz de adaptarse a diferentes condiciones climáticas, desde el nivel del mar hasta altitudes elevadas (1000 m), de norte a sur de Brasil. Lo ideal es fertilizarla a principios de primavera y durante el verano con abonos orgánicos como harina de huesos y estiércol de aves bien descompuesto, o con abonos minerales como las fórmulas NPK específicas para frutales, siguiendo siempre las recomendaciones del fabricante.
Recuerde regar la planta antes de fertilizar para evitar quemar las raíces. La cereza enana se puede multiplicar fácilmente por semillas o esquejes de ramas jóvenes. Para la siembra, realice la siembra inmediatamente después de la cosecha de los frutos, ya que sus semillas son recalcitrantes y pierden rápidamente su poder germinativo. La germinación es desigual y ocurre entre 40 y 90 días. Realice el pinzamiento de las puntas de las plántulas jóvenes para estimular su densidad. Las cerezas enanas comienzan a dar fruto aproximadamente 2 o 3 años después de la siembra.