Oídio

Raquel Patro

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Se denomina oídio a las enfermedades de plantas causadas por los hongos de la familia Erysiphaceae. Esta familia es notable por su diversidad, albergando 28 géneros y alrededor de 1000 especies, evidenciando la amplia variedad de hongos que causan esta enfermedad. La gran mayoría de los hongos de oídio son parásitos obligatorios, especializados en diferentes especies de plantas. Se caracterizan por un micelio que crece sobre la superficie de la planta huésped, formando una red de hifas que penetran en las células de la epidermis del huésped a través de órganos especializados conocidos como haustorios. Estos haustorios son fundamentales para la extracción de nutrientes, sosteniendo al hongo parásito.

Los síntomas del oídio son distintos y fácilmente identificables, lo que ayuda en la rápida detección y control de la enfermedad. Inicialmente, aparecen pequeños puntos blancos o grises, pulverulentos y de forma irregular sobre las hojas, tallos, flores o frutos de las plantas afectadas. Con el tiempo, estos puntos tienden a aumentar de tamaño y unirse, formando grandes manchas. El aspecto es similar al de una capa fina de harina cubriendo los órganos afectados de la planta. Además, las hojas más bajas y nuevas son comúnmente las primeras en mostrar signos de la enfermedad. Con la progresión del oídio, las plantas pueden sufrir con la caída de hojas, flores y frutos, grietas en los frutos, debilitamiento general y, en casos graves, hasta la muerte de la planta.

El ciclo de vida del oídio es complejo y adaptable, con fases sexuales y asexuales. Este ciclo permite que el hongo sobreviva en condiciones adversas y se esparza rápidamente en condiciones favorables. El oídio se transmite por el viento y por insectos vectores, como pulgones, y puede infectar una amplia gama de cultivos, incluyendo uvas, gramíneas, tomate, calabaza, pepino, melón, cajú, frijol, fresa, mango, yuca, maní, papaya, entre otros. Adicionalmente, varias plantas ornamentales como rosas, zinnias, lilas, flox, hortensias, brezos, begonias, ciclamen, azaleas, margaritas, crisantemos y cipreses también están entre las afectadas.

Un aspecto crucial del oídio es la especificidad de hospedero. Generalmente, una especie de oídio ataca solo una especie de planta o como máximo algunas otras relacionadas. Por ejemplo, el oídio que afecta al tomate (Leveillula taurica) no es el mismo que afecta a la margarita. De igual forma, el hongo que ataca a la calabaza (Podosphaera xanthii) puede también afectar a calabacines y melones, que son de la misma familia, las cucurbitáceas. Durante el invierno, el oídio puede permanecer latente en órganos vegetales y en la materia orgánica, reiniciando su crecimiento en primavera y verano, favorecido por las altas temperaturas.

Para prevenir y controlar el oídio, es fundamental eliminar las partes afectadas de la planta, como hojas, ramas, flores y frutos, a través de compostaje, enterrándolos o quemándolos. Esta acción ayuda a destruir las esporas y evitar nuevos focos de infección. Mantener las plantas bien nutridas e hidratadas, sin excesos, es crucial para prevenir el surgimiento de la enfermedad. Es común que el oídio aparezca en condiciones diferentes a las que comúnmente propician el surgimiento de enfermedades fúngicas. Mientras que generalmente los hongos aparecen cuando hay exceso de materia orgánica y mucha humedad, el oídio marca presencia frecuente en los períodos secos.

De esta forma, las prácticas culturales, como la fertilización equilibrada y el mantenimiento de un buen régimen hídrico, desempeñan un papel importante en la prevención. Además, es importante mantener las plantas en un ambiente aireado, con espaciamiento adecuado y buena iluminación, evitando riegos excesivos y condiciones de encharcamiento. Los invernaderos cálidos y húmedos son particularmente propensos a la rápida diseminación y desarrollo del oídio, exigiendo cuidados especiales.

Una estrategia sostenible para lidiar con el oídio es la elección de cultivares y variedades de plantas que sean resistentes a esta enfermedad, especialmente en áreas donde el problema es recurrente. Métodos de control orgánicos, como pulverizaciones de soluciones acuosas que contengan azufre, bicarbonato de sodio (1 cucharadita por litro) o leche de vaca cruda (5%), han demostrado ser efectivos tanto en la prevención como en el control del oídio. Estos métodos son más económicos y ambientalmente amigables en comparación con fungicidas comerciales.

En el control químico del oídio en plantas ornamentales, fungicidas como myclobutanil, difenoconazole, ciflufenamida, meptildinocape, azoxistrobina, proquinazida, penconazol, tebuconazole, triticonazole, triadimefon, propiconazole y fenarimol son frecuentemente utilizados. Sin embargo, es esencial que estos fungicidas sean aplicados bajo la prescripción y orientación de un ingeniero agrónomo o forestal, pues son productos potencialmente tóxicos y pueden causar daños significativos a la salud humana y al medio ambiente si no se utilizan correctamente.

Acerca de Raquel Patro

Raquel Patro es paisajista y fundadora de Planterista.com. Desde 2006 desarrolla contenidos especializados en plantas y jardines, ya que cree que todo el mundo, ya sean aficionados o profesionales, debería tener acceso a contenidos de calidad. Como geek, le gustan los libros, la ciencia ficción y la tecnología.